INTOLERANCIA A FRUCTOSA
El tratamiento de la intolerancia a la fructosa requiere, en primer lugar, un diagnóstico correcto, para saber si se trata de una intolerancia de causa genética o de una intolerancia intestinal secundaria a una malabsorción de fructosa o alguna otra alteración intestinal, como el sobrecrecimiento bacteriano intestinal.
En el caso de la intolerancia genética a la fructosa, la dieta totalmente exenta de fructosa es obligatoria por el riesgo de consecuencias graves para la salud si no se realiza correctamente.
En el caso de la malabsorción de fructosa, el consejo dietético ayuda a ajustar la dieta al grado de intolerancia del paciente. Algunos productos dietéticos ayudan a metabolizar la fructosa en el intestino y a disminuir los síntomas asociados con esta intolerancia.
La fructosa, es un azúcar contenido en una amplia variedad de frutas) y algunos vegetales, en la miel o en el sirope de maíz.
También puede estar contenida en los fructanos e inulinas. Estos son moléculas más complejas que tiene varias fructosas unidas y un extremo de glucosa. Los fructanos y las inulinas se degradan mal en el intestino y son causa de diarrea osmótica. De hecho, la inulina se emplea médicamente como laxante.
El empleo de fructosa como edulcorante de muchos alimentos procesados industrialmente se ha disparado en las últimas décadas. Este uso abusivo junto con la escasa capacidad del intestino humano para absorber este azúcar podría justificar el notable aumento de la prevalencia de intolerancia a la fructosa, que se cifra entre el 30 y 80% de la población, según diversos estudios.
Existen dos alteraciones claramente diferenciadas en relación con el metabolismo de la fructosa: la malabsorción de fructosa y la intolerancia a la fructosa.
En la malabsorción de la fructosa existe una deficiencia intestinal en la absorción de fructosa, lo que ocasionará que ésta llegue al colon y sea fermentada por las bacterias colónicas, generando gases (hidrógeno y metano) y favoreciendo la atracción de agua hacia la luz intestinal, pudiendo producir diarrea osmótica. La prueba que hoy en día se considera de referencia para el diagnóstico de la malabsorción de fructosa es el test de sobrecarga oral de fructosa y medición de hidrógeno/metano en el aire espirado. Este test requiere una preparación correcta para evitar resultados falsos y consiste en la administración de hasta 25 gramos de fructosa en 250 ml de agua, tras lo cual se mide a intervalos de tiempo de entre 15 y 30 minutos y durante 2 a 3 horas (según el protocolo empleado) el hidrógeno y/o metano en el aire espirado, registrándose además la ocurrencia de síntomas abdominales.
La intolerancia a la fructosa consiste en un defecto genético, con herencia autosómica recesiva, de la enzima aldolasa B o fructosa 1-fosfato aldosa presente en el hígado, el intestino y el riñón, lo que impide la correcta degradación de este azúcar con acumulación de metabolitos tóxicos.
Los síntomas habituales de la malabsorción de fructosa (y de los fructanos):
malestar abdominal, sensación de gases y flatulencias, hinchazón del abdomen y, en los casos más graves, deposición suelta, a veces de forma explosiva. Por lo general, estos síntomas ocurren entre las 1,5 y 3 horas de la ingesta de alimentos ricos en fructosa, que es cuando este azúcar llega al intestino grueso y empieza a ser fermentado.
Los síntomas clásicos de la intolerancia a la fructosa (genética):
Son la aparición súbita de náuseas, vómitos, sudoración tras la ingesta de alimentos que contienen fructosa. Si la ingesta es más elevada puede ocurrir hipoglucemia, acidosis metabólica, crisis convulsivas e incluso fallecimiento del individuo.
También se ha descrito un síndrome de intoxicación crónica con retraso del crecimiento y signos de fallo orgánico del hígado y el riñón, fundamentalmente. La intolerancia a la fructosa suele comenzar a manifestarse tras la retirada de la lactancia materna (que no contiene fructosa) y la introducción en la dieta del bebé de alimentos con fructosa (fórmula artificial, frutas y verduras). El diagnóstico se realiza con un test genético. Siempre que se sospeche una intolerancia genética a la fructosa, especialmente en niños, se debería descartar ésta antes de realizar el test de sobrecarga oral con fructosa pues, en caso de existir, se pueden inducir síntomas muy graves potencialmente mortales con dicho test.